La Base Naval de Tartus y la proyección rusa en el mundo

En Ajedrez, el vencedor es quien hace la siguiente jugada al último error.
(S. Tartako
wer).

 El conflicto sirio se desarrolla en un escenario de muchos matices. Por sí solo el hecho de una alianza táctica entre los Estados Unidos y Al-Qaeda, basta como para comprender que se trata de algo mucho más que una simple guerra civil, por lo que una mirada lineal y maniquéa no basta para comprender los movimientos que realizan los diversos jugadores. Uno de ellos es Rusia, cuyos intereses suelen ser vistos de soslayo, o incluso por completo ignorados desde la opinión pública occidental. A primera vista las acciones de Rusia ante la crisis pudieran parecer reprochables e incomprensibles, pero si se miran en clave del interés nacional ruso, resulta sumamente sencillo comprender su actuación.

La Siria de Al-Assad es el último cliente que tiene Rusia en el mundo árabe, y con el que ha construído buenas relaciones, perderlo significaría estar en absoluta desventaja frente a la OTAN en la zona, pues la Organización del Tratado Atlántico, a través del Diálogo Mediterráneo, ha comprometido a Estados como Marruecos, Jordania, Egipto y Algeria, además de Israel. Por otro lado, una caída de Al-Assad podría incluso poner en peligro los pagos que aún debe realizar el régimen sirio a Rusia por motivo de adquisición de armamentos, elemento de suma importancia en la relación de ambos Estados.                   La Rusia de Putin es un actor que aspira proyectarse y mantener presencia más allá de la región euroasiática a la que pertenece, y para ello el acceso a rutas maritimas es una necesidad infranqueable. Sin embargo, en el país más extenso de nuestro planeta, son pocas las opciones navales que concedan ventajas absolutas en materia de proyección geoestratégica, y la posibilidad de acceder a mares cálidos es por ello hoy más que nunca para Rusia un tema de interés nacional.

Entre los puertos rusos más importantes por su ubicación geoestratégica podemos mencionar seis: Kaliningrado y Baltisk, que permiten el acceso a flotas rusas al Mar Báltico, Sevastopol, ubicado en la Peninsula ucraniana de Crimea, Vladivostok, en el extremo sur oriental del territorio ruso, y que proyecta su armada hacia el Pacífico, Zapadnaya Litsa, a unos 60 Kms. de la frontera ruso-noruega, y que alberga a la Flota del Norte, con la mayor parte de los submarinos nucleares rusos, y Tartus, en Siria. Entre los seis, Tartus es la única base naval fuera del territorio de la antigua Unión Soviética que hoy Rusia aún conserva.

El puerto

El puerto es consecuencia de un período intensivo de relaciones entre la URSS y naciones árabes como Algeria, Libia, Egipto y Siria. El acuerdo que rige su uso fue firmado en 1971. La base no brinda únicamente a Rusia acceso privilegiado hacia el Mar Mediterráneo y a través del Canal de Suez, hacia el Mar rojo, Golfo de Adén, Mar Arábigo y Oceano Índico, sino que permite a navios de guerra rusos tener presencia en una zona en la que la Sexta Flota de los EE.UU. realiza sus labores regulares.

Las características del puerto son ideales para recibir a prácticamente todas las embarcaciones militares rusas, con excepción del Almirante Kuznetsov, único portaviones ruso. No cuenta sin embargo, con instalaciones para la reparación de naves como en el caso de los puertos norteamericanos de ultramar en Yokosuka (Japón) o Manama, (Bahrein).  Las reparaciones que se llevan a cabo se realizan por esta razón, a través del navío PM-128, que se encuentra la mayor parte del tiempo en el puerto de Sevastopol, en la península de Crimea.

Rusia ha dejado claro recientemente y a través de voceros oficiales, que necesita este puerto y que seguirá dándole uso como lo ha venido haciendo hasta ahora. Se habla de hecho de una modernización que le permita recibir al Almirante Kuznetsov, así como construir barracas militares, un hospital y centros de control y comando con los que hoy no cuenta.  Tales remodelaciones sin embargo no se han llevado a cabo. Sólo se han registrado actvidades de dragado que bien pudieran corresponder al mantenimiento regular del puerto. Es posible que la situación política siria haya hecho a Rusia esperar un poco hasta tener mayor certeza en cuanto al desenlace de la crisis.

El despliegue maritimo internacional en el marco de la lucha anti terrorista y anti piratería, ha servido a Rusia para justificar una ampliación del alcance de su fuerza naval. En 2008 un destructor ruso transitaría por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial a través del Canal de Panamá, mientras que naves rusas navegan el Golfo de Adén y el Mar Rojo.                                                                                                                                                           A finales de la década pasada fueron desplegados barcos de guerra rusos desde Sur África hasta Venezuela, y habían más barcos de guerra rusos realizando ejercicios simultáneamente que en cualquier momento de comienzos de la década de 1990, recién culminada la Guerra Fría.

La cúpula política y militar rusa tiene claro que un resurgimiento del poderío ruso requiere  una amplísima capacidad de despliegue, y en ello puntos como Tartus contribuyen sustancialmente.

Alternativas

A mediados de 2012 fuentes rusas de información abierta dejaron saber que se están adelantando negociaciones para el uso de puertos en tres Estados. El primero, un flashback sin duda interesante, estaría ubicado en la isla de Cuba, dándole a Rusia una presencia simbólica en un área de influencia natural de los EE.UU. Vietnam aparece también entre las opciones, aunque no aportaría una proyección desde un punto de vista cualitativo mucho más ventajosa que la que ya se tiene desde Vladivostok. Surge entre las tres opciones una que a nuestro parecer conlleva una verdadera profundización en las pretensiones globales de Rusia. A unos 800Kms. al noreste de Madagascar, en pleno oceano Índico, se encuentra un centenar de islas que forman la República de Seychelles. Esta sería una oportunidad valiosísima ya no sólamente de conseguir acceso seguro a puertos en mares cálidos, gran necesidad rusa, sino de tener alcance a una de las zonas más relevantes de la geopolítica internacional. De mantener el control sobre el puerto de Tartus, sumado a Seychelles, una nueva era de presencia rusa en los asuntos del mundo estaría prácticamente garantizada. Si en caso contrario, perdiera la posibilidad en Siria, con Seychelles sería un mal menor.

El Mar Negro, Turquía y Siria

Turquía es un jugador que tiene un rol de importancia ante la materialización del interés nacional ruso. Tradicionalmente lo ha tenido en lo que se refiere al control del Mar Negro, y hoy añade a ello su papel en el conflicto interno sirio.

En su ruta de sálida desde el Mar Negro, Rusia debe transitar hoy territorio OTAN a través de los estrechos turcos Dardanelos y Bósforo. El control sobre el Mar Negro ha sido motivo de conflictos desde incluso antes de tiempos de Pedro el Grande, cuando Rusia lo disputaba con el Imperio Otomano. Estas luchas llevaron a Rusia a poseer control sobre Crimea, pero no resolvió el problema de la sálida a través de los estrechos. Más complicado aún se tornó este hecho cuando en la década de 1950 Turquía ingresó a la OTAN.

Rusia necesita mantener su presencia en el Mar Negro, y en ello ha invertido energías plíticas y recursos económicos. Hace un par de años logró renovar el Tratado que le concede el uso del puerto de Sevastopol hasta el 2042, y como contraprestación Ucrania obtendrá una reducción importante en el precio del gas natural que compra a la Federación Rusa.

En 2001 y bajo el liderazgo de Turquía, se crea la Fuerza Naval del Mar Negro, a la cual pertenecen Turquía, Rusia, Rumania, Ucrania, Georgia y Bulgaria. Oficialmente tiene como objetivo la cooperación entre los miembros en temas como la lucha contra el terrorismo y el tráfico de drogas, pero la posibilidad de controlar a través de la organización al resto de los jugadores en la zona no es una oportunidad desdeñable.

Tartus brinda a Rusia la oportunidad de tener simultáneamente presencia en dos flancos turcos. La importancia estratégica del Dardanelos y el Bósforo se ven considerablemente mermadas, para una Rusia con acceso seguro al Mar Mediterráneo.

Mucho de esto puede sonar a reminiscencia directa de tiempos de Guerra Fría, y sin embargo coincide del todo con la actual doctrina de seguridad rusa. Asumir una postura de contrapeso a Occidente y usar recursos energéticos para la consecusión de objetivos estratégicos, son dos elementos que forman parte de la Estrategia Nacional de Seguridad Rusa publicada en 2009, y que traza sus líneas estratégicas hasta 2020. Además se mencionan como ejes transversales de la seguridad rusa, la integridad territorial del Estado, la estabilidad política y social, y la influencia de Rusia en sus Estados vecinos.

Turquía es además un actor clave en lo que se refiere a las relaciones con Siria mientras esta atraviese su conflicto interno, y ése rol tiene muchas aristas. Ante el paso de rebeldes en la frontera turco-siria las posibilidades de atacar por equivocación instalaciones o territorio turco son cada vez mayores, y si esto no es manejado con destreza por el gobierno sirio, la activación de Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte podría suplir la inhabilitación del Consejo de Seguridad. Por otro lado, Turquía se juega la posibilidad de asumir un rol determinante en la solución del conflicto, y así ganar prestigio como líder regional, algo que Teherán busca igualmente poder lograr. Pero Turquía tiene en su propio suelo el terreno fertil para un conflicto similar al de Siria, en el caso turco con lo que respecta al pueblo kurdo, de allí que sentar precedentes en este tema sea para Turquía un tema de cuidado. Lo mismo ocurre en cuanto a Rusia, que tiene un interés explícito de mantener intacto el principio de no intervención en asuntos intrernos de Estados soberanos.

Creemos que hay dos elementos que no deberían ser soslayados, el primero tiene que ver con la omisión en cuanto a reprobar los actos terroristas de grupos que se oponen al gobierno de Al-Assad, lo cual no hace sino alentar dichos actos y llevar la situación a  una escalada indetenible. Algo similar ocurrió en su momento en el conflicto albano-kosovar, cuando los actos del ELK eran simplemente ignorados por la opinión pública internacional, aún cuando el Consejo de Seguridad los había calificado de terroristas. Hay que tener presente que la primera Resolución de la Liga Árabe ante el caso sirio, y las Recomendaciones de la Conferencia de Ginebra  de cortar el suministro de armas se refiere tanto a los rebeldes como al Gobierno.                                                                                 Y además, debe investigarse a fondo todo ataque que por error afecte a tereceros Estados, en especial a Turquía. Siria es el menos interesado en una acción de este tipo, y ello podría ser utilizado justamente por grupos que necesitan cuanto antes la intervención de la OTAN.

Somos de la impresión de que Occidente debe revisar profundamente su estrategia en cuanto a conflictos de este tipo. No sería la primera vez que se apuesta a aquellos que luego significarán precisamente males mucho mayores a los que hoy tenemos.                Jugar la carta de Al-Qaeda y del extremismo islámico, porque ello representa el debilitamiento de rivales estratégicos, es cuando menos, una espada de Damócles que en cualquier momento puede caer sobre nosotros. Las minorías confesionales sirias deben ser un tema dentro de los planes en una era post Al-Assad, e incluso la partición del Estado sirio debe ser una opción a discutir si se corre el riesgo de que Siria se convierta en una sociedad uniconfesional y de represión de las minorías como en el caso kosovar.

Rusia y Turquía se juegan un capítulo importante en sus pretensiones regionales en el conflicto sirio. Ante una caída de Al-Assad, no hay prácticamente ninguna duda de que un nuevo gobierno sirio dará un giro hacia Turquía, en detrimento de las tradicionales relaciones con Rusia.  Es difícil pensar que Rusia tendría alguna oportunidad de mantener las relaciones con una Siria suní, luego de haber brindado abiertamente apoyo al gobierno sirio que se enfrenta a los rebeles en una guerra civil que aún no termina.

Hildebrand Breuer Codecido

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